Enigmas de la Mona Lisa
Durante varios siglos los interrogantes sin respuesta acerca de la obra de Leonardo han ido creciendo, originando apasionadas polémicas en muchos autores e investigadores. Frente a la gran cantidad de preguntas, las respuestas no suelen ser demasiado convincentes, por lo que los debates siguen abiertos. Especialmente durante los siglos XIX y XX, las teorías acerca del origen de la modelo, la expresión de su rostro, la inspiración del autor y otras tantas, han tomado gran protagonismo y obligan a un análisis histórico y científico profundo.
En el siglo XVI Leonardo da Vinci pintó a Mona Lisa buscando el efecto de que la sonrisa desapareciera al mirarla directamente y reapareciera solo cuando la vista se fija en otras partes del cuadro. El juego de sombras refuerza la sensación de desconcierto que produce la sonrisa. No se sabe si en verdad sonríe o si muestra un gesto lleno de amargura. Sigmund Freud interpretó la sonrisa de la Gioconda como el recuerdo latente que había en Leonardo de la sonrisa de su madre.
Margaret Livingstone, experta en percepción visual, desveló en el Congreso Europeo de Percepción Visual que se celebró en 2005 en La Coruña, que la enigmática sonrisa es «una ilusión que aparece y desaparece debido a la peculiar manera en que el ojo humano procesa las imágenes». Livingstone recalca que los artistas llevan mucho más tiempo estudiando la percepción visual humana que los mismos médicos especialistas en el tema.
El ojo humano tiene una visión fotópica, retiniana o directa, y otra escotópica o periférica. La primera sirve cuando se trata de percibir detalles, pero no es apta para distinguir sombras, que es la especialidad de la segunda. Leonardo pintó la sonrisa de Mona Lisa usando unas sombras que se ven mejor con la visión periférica. Como ejemplo para ilustrar el efecto, uno puede concentrar la mirada en una sola letra sobre una página impresa y comprobar lo difícil que le resulta reconocer el resto de las letras.
En otro orden de cosas muy diferente, y tratando de averiguar el estado de ánimo de la modelo durante el posado, se utilizó un software especializado en la «medición de emociones», el cual fue aplicado a la pintura para obtener datos relevantes acerca de su expresión. La conclusión alcanzada por el programa, es que Mona Lisa está un 83 % feliz, un 9 % disgustada, un 6 % temerosa y un 2 % enfadada. El software trabaja sobre la base de analizar rasgos tales como la curvatura de los labios o las arrugas producidas alrededor de los ojos. Tras obtener las mediciones, las compara con una base de datos de expresiones faciales femeninas, de la que obtiene una expresión promedio.

Un grupo de investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones de Canadá que examinó la obra en 2004 utilizó un escáner de infrarrojos en tres dimensiones, cuyos resultados, de escasa entidad, fueron publicados el 26 de septiembre de 2006.
El uso de dicha técnica, que permite una resolución 10 veces más fina que el cabello humano, permitió a los investigadores apreciar detalles hasta ahora desconocidos. Han opinado que el velo de gasa fina y transparente, enganchado al cuello de la blusa, era una prenda que solían llevar las mujeres embarazadas o que habían dado a luz recientemente. Entre sus peculiares conclusiones, el estudio consideró que el peso de la modelo era de 63 kilos y su estatura de 1,68 metros así como que llevaba el pelo recogido en un moño cubierto por un bonete detrás de la cabeza, y que no aparece ningún mensaje secreto en ninguna de las capas de la pintura, como se contaba en la novela El código Da Vinci.
Por su parte, Julio Cruz Hermida, de la Universidad Complutense de Madrid, afirma que la modelo padecía bruxismo (rechinar de los dientes), alopecia (caída del cabello) y principios de la enfermedad de Parkinson.

Diversas hipótesis se han generado en torno a la identidad de la modelo.
El pintor y biógrafo Giorgio Vasari escribió en 1550:
Hizo para Francesco del Giocondo el retrato de su mujer Mona Lisa y, a pesar de dedicarle los esfuerzos de cuatro años, lo dejó inacabado. Esta obra la tiene hoy el rey Francisco de Francia en Fontainebleau.
En 1625, Cassiano dal Pozzo vio la obra en Fontainebleau y escribió sobre ella:
Un retrato de tamaño natural, en tabla, enmarcado en nogal tallado, es media figura y retrato de una tal ‘Gioconda’.
Tomando como base estos testimonios se ha identificado a la modelo con Lisa Gherardini, la esposa del acaudalado comerciante Francesco del Giocondo.
Sin embargo, en 1517, antes del escrito de Vasari, Antonio de Beatis visitó a Leonardo en el castillo de Cloux y mencionó tres cuadros suyos, uno de ellos de una dama florentina hecho del natural a petición de Juliano II de Médicis.
Aunque Antonio de Beatis podría haber visto una tabla distinta, este testimonio parece discrepar con los de Vasari y Cassiano del Pozzo, por lo que algunos han supuesto que la modelo fue en realidad una amiga o amante de Juliano II de Médicis.
Algunas otras teorías poco difundidas afirman que podría tratarse de Isabel de Aragón, a quien Leonardo dibujó a lápiz para luego hacer un óleo; o de Constanza d’Avalos, duquesa de Francaville, mencionada en un poema de la época, donde se lee que Leonardo la pintó «bajo el hermoso velo negro»; o de Isabella Gualanda, una dama napolitana. Según esta última teoría, Leonardo habría pintado el retrato en Roma por encargo de Juliano de Médicis y habría reciclado para ello un retrato inconcluso que había hecho a Lisa Gherardini.
Otras propuestas han sido que la modelo pudo ser una amante del propio Leonardo, un adolescente vestido de mujer, un autorretrato del autor en versión femenina o incluso, una simple mujer imaginaria. A este respecto, Sigmund Freud sugirió que la pintura reflejaba una preocupante masculinidad. Estudios que apoyan la teoría de la identidad masculina del modelo lo identifican como Gian Giacomo Caprotti, conocido como Il Salai.
Hay estudiosos que creen que el tema de la pintura es la madre de Leonardo, Caterina (1427-1495).
En 2005, Armin Schlechter descubrió una nota de Agostino Vespucci en el margen de un libro de la colección de la biblioteca de la Universidad de Heidelberg, que confirmaba con certeza la creencia tradicional de que la modelo del retrato era Lisa. En esta acotación, Vespucci, quien era un amigo cercano de Leonardo da Vinci, compara a Apeles, gran pintor de la Antigüedad, con Leonardo, y hace referencia a tres obras en las que estaba trabajando en esas fechas: el retrato de Lisa del Giocondo, otro de Santa Ana y el mural de La batalla de Anghiari. Esta pequeña anotación data de octubre de 1503, aproximadamente 47 años antes de las referencias realizadas por Giorgio Vasari. Además, el libro donde se realizó el comentario sobre “Mona Lisa” pertenece al autor Marco Tulio Cicerón, y particularmente esta edición fue publicada en 1477.
Por otra parte, en los archivos de impuestos de 1480 puede verificarse la identidad, paradero y lugar de nacimiento de la modelo.50 Nació el 15 de junio de 1479 y murió el 15 de julio de 1542, a los 63 años, en el convento de Santa Úrsula de Florencia. Según el historiador Giuseppe Pallanti, que trata el tema en su libro La historia de Mona Lisa, Gherardini ingresó en el convento cuatro años después de quedar viuda, donde ya era monja su hija Marietta.
Basándose en estos datos, el investigador genealogista italiano Domenico Savini asegura que existen descendientes de Gherardini; se trata de Natalia e Irina Strozzi, hijas del príncipe Girolamo de Toscana. En el supuesto de que la modelo de Leonardo fuera la mujer que falleció en el convento, el médico forense Maurizio Seracini se ha ofrecido para buscar el cadáver y hacer un análisis de ADN para establecer el parentesco de los Strozzi con Gherardini.
Unido a dichos elementos, documentos oficiales del censo de la época confirman que el padre de Leonardo da Vinci vivía exactamente enfrente de la familia de Gherardini. El historiador supone, sin mayores pruebas, que el retrato fue un regalo de Giocondo a su esposa por motivo de su segundo embarazo, a los veinticuatro años de edad. Existen detractores de las teorías expuestas por Pallanti, pero sus opiniones son mayoritariamente aceptadas.
Para saciar la curiosidad histórica acerca de la veracidad de las teorías vertidas, en 1987 se realizaron los primeros estudios, superponiendo un autorretrato de Leonardo a la pintura de la Mona Lisa; el resultado fue una gran similitud en las dimensiones y rasgos físicos. Los detractores de dicha investigación alegan que, dado que el autor es el mismo, los trazos son similares y por eso generan confusión. Lillian Swartz y Gerald Holzman, los directores de dicha prueba, aseguran que el autor se autorretrató, dándose apariencia de mujer.
Tanta ha sido la obsesión por esclarecer la identidad de la retratada, que el doctor Matsumi Suzuki (Premio Ig Nobel de la Paz en 2002), investigador japonés, reconstruyó el cráneo de la Gioconda mediante un análisis óseo, y a partir de dicho cálculo generó la posible voz de la modelo. El investigador asegura que la reproducción de la voz es fiable en un noventa por ciento. También ha realizado la misma simulación para el autor de la obra, de la cual desconfía un poco porque la barba reflejada en los autorretratos esconde algunos detalles importantes.
El título oficial de la obra, según el Museo del Louvre, es Retrato de Lisa Gherardini, esposa de Francesco del Giocondo, aunque el cuadro es más conocido como La Gioconda o Mona Lisa.
Este título aparece documentado por primera vez mucho después de la muerte de su autor. Con respecto al nombre de Mona Lisa, más usado en fuentes anglosajonas, Monna es el diminutivo en italiano de Madonna, que quiere decir Señora.