Praga hoy día constituye un destacado destino para turistas. Entre sus visitantes hay quienes realizan una excursión al campo de concentración nazi de Theresienstadt –hoy Terezín–, a 60 kilómetros, al que se llega fácilmente desde la estación de autobuses de Nádraží Holešovice. Sin embargo, hay otro escenario de la II Guerra Mundial más impactante y que prácticamente nadie se acerca a visitar. Es Lídice, el pueblo que sufrió la venganza de Hitler.
El arrasamiento del pueblo de Lidice por los nazis alemanes fue uno de los capítulos más tristes de la historia moderna de la República Checa. Fue cometido el 10 de junio de 1942, como una venganza de los nazis por el atentado contra el protector de Bohemia y Moravia Reinhard Heydrich. En esta ocasión hablaremos del tema en Radio Praga, centrando la atención a la vez en los hombres que más influyeron en el Protectorado de Bohemia y Moravia surgido en Checoslovaquia en 1939 y dominado por la Alemania de Adolf Hitler.
Emil Hácha, Reinhard Heydrich, Jan Kubiš y Václav Morávek. Estos son los nombres de algunos de los hombres, cuyos destinos se mezclaron durante los años de la Segunda Guerra Mundial, a pesar de que unos estuvieron de un lado de la barricada, otros del lado opuesto y algunos también en el medio. Resulta casi imposible hablar de unos, sin mencionar a los otros. Sus vidas se entrelazaron, a pesar de que algunos nunca se vieron en persona.
En marzo de 1939 Checoslovaquia dejó de existir. Los eslovacos se independizaron y crearon un Estado clero fascista supervisado por Alemania y los territorios checos fueron transformados por los nazis en el Protectorado de Bohemia y Moravia.
Pasados unos meses estalló la Segunda Guerra Mundial. Más tarde, en 1941, cuando Hitler atacó la Unión Soviética, en el Protectorado de Bohemia y Moravia estalló una ola de huelgas. La situación se fue agudizando y culminó con la llegada de Reinhard Heydrich, quien instauró el terror en el protectorado.
Heydrich declaró el estado de sitio y la vida de los mejores representantes de la sociedad checa acabó en los patíbulos. Entonces fue detenido por los nazis también el primer ministro del Gobierno del Protectorado de Bohemia y Moravia, Alois Eliáš, sostiene el historiador Jan Němeček.
”La llegada de Heydrich, el 28 de septiembre de 1941, y la detención del primer ministro Alois Eliáš, representaron un momento definitivo para Emil Hácha. Definitivo en el sentido de que ese 28 de septiembre Hácha disponía sólo de unas dos horas para tomar una decisión. Recibió una ‘carta de bienvenida’ de Heydrich a la que debió reaccionar. Hácha tenía preparadas dos respuestas. En una escribió que abandonaba la presidencia del Protectorado de Bohemia y Moravia por motivos de salud y en la otra le aseguraba a Heydrich su lealtad y que le serviría fielmente en el cargo presidencial. En esas dos horas Hácha decidió firmar y enviar la segunda carta, en la que prometió ser leal a Heydrich”.
Desde aquél instante ya no había posibilidad para dar marcha atrás. En mayo de 1942 se produjo un hecho que acabó definitivamente con Hácha. El atentado contra Heydrich, seguido de la venganza de los nazis contra los checos, en forma de ejecuciones y arrasamiento del pueblo de Lidice.
Heydrich, el tercer hombre más importante del Tercer Reich no fue enviado a Praga por casualidad. Su llegada fue planificada y sus pasos premeditados con antelación.
La situación que reinaba en los territorios checos antes de que Reinhard Heydrich asumiera el cargo de protector de Bohemia y Moravia, el historiador Jan Němeček la describe de la siguiente manera.
”La invasión a la Unión Soviética provocó gran inquietud dentro del protectorado. Esa inquietud se caracterizó por una ola de huelgas y la activación de la resistencia nacional. Todo eso obligó a los representantes del Reich a enviar a Praga a un personero más enérgico que el gobernador anterior del Protectorado de Bohemia y Moravia, Konstantin von Neurath, que sólo supervisaba la administración del protectorado. Fue decidido reemplazarlo con un político mucho más ambicioso, sin escrúpulos y de posturas mucho más duras frente a la cuestión checa, como era Reinhard Heydrich”.
Habíamos señalado con anterioridad que Reinhard Heydrich, uno de los jefes de las SS y de la Gestapo, declaró el estado de sitio, envió al patíbulo a muchos de los mejores representantes de la nación checa y se empeñó por todos los medios a su alcance de oprimir y acabar con la resistencia. La escucha de transmisiones de radio extranjeras, así como la venta o compra de mercaderías en el mercado negro por ejemplo, se castigaban con la muerte.
La tarea de Heydrich consistía asimismo en consolidar la excitada situación que reinaba entre la población, porque Alemania estaba interesada en que en los territorios ocupados funcionara la producción bélica. Heydrich introdujo por ejemplo las cocinas con comedores para los obreros, con lo que calmó los ánimos radicales en las fábricas. Un obrero bien alimentado que disponía de ciertas seguridades sociales llegaba a estar satisfecho y era menos radical. Sin embargo, Heydrich tenía una idea clara del futuro de los checos, dice el historiador Jan Němeček.
Pero volvamos a Heydrich. Un proverbio dice que tanto va el cántaro a la fuente, que al final se rompe. Y así, tampoco los actos de Heydrich pasaron desapercibidos. En Londres, donde tenía su sede el Gobierno checoslovaco en el exilio encabezado por el presidente Edvard Beneš, comenzó a surgir un plan para la liquidación de Heydrich.
A la tristemente célebre época en la que Heydrich era protector de Bohemia y Moravia se remonta también el fin de un grupo de la resistencia nacional, denominado ‘Los Reyes Magos’. Éste era formado por ex miembros de las Fuerzas Armadas Checoslovacas, el coronel Josef Balabán, el teniente coronel Josef Mašín y el capitán Václav Morávek.
El grupo constituía parte de una extensa organización ilegal de la resistencia, llamada ‘La defensa de la nación’, pero tenía un carácter específico. Tenía su propia conexión con el exilio checoslovaco en Londres, ayudaba en la publicación de documentos en la clandestinidad y, por separado, tomaba parte activa en un sinnúmero de acciones contra los nazis. También acoplaba armas para el eventual caso de que se produjera un golpe de estado, dice Jan Němeček.
”Entre las acciones más relevantes de este grupo se incluyen unos atentados en Berlín. A través de un ayudante enviaron una maleta con explosivos a esa ciudad, para ser instalada junto al Ministerio de la Aviación y la dirección de la Policía en la Alexanderplatz, en el centro de la ciudad. La explosión causó un enorme pánico. Se produjo en septiembre de 1939 cuando los nazis avanzaban con éxito en Polonia y de pronto en el centro del Tercer Reich pasó algo así. Los alemanes nunca llegaron a descubrir quiénes fueron los responsables del atentado. Al ayudante que llevó la maleta lo detuvieron más tarde en la frontera, pero no sabían que se trataba de uno de los culpables. Fue condenado sólo por haber cruzado ilegalmente la frontera”.
Hasta hoy se discute cuándo fue decidido en Gran Bretaña perpetrar un atentado contra Reinhard Heydrich, ‘el verdugo de la nación checa’. Todo indica que los preparativos para la venganza por la violencia contra los habitantes del protectorado debieron haberse iniciado en 1941, porque a finales de ese año paracaidistas del grupo de resistencia Anthropoid, Jan Kubiš y Jozef Gabčík saltaron de unos aviones al territorio checo.
Su posición no fue nada fácil, pues la idea que se habían formado en Londres sobre la situación en el protectorado estaba lejos de la realidad. A pesar de ello, los paracaidistas lograron entablar algunos contactos e, independientemente del gran riesgo, crear una red de resistencia. En primavera de 1942, los días de vida que le quedaban a Heydrich estaban contados.
Cuando el 27 de mayo por la mañana Heydrich partió de su casa en Panenské Břežany en dirección a Praga, los paracaidistas esperaban la llegada de su coche en una curva en el barrio de Kobylisy, en Praga. En el momento decisivo no obstante, a Gabčík le falló su arma y Heydrich fue herido sólo por las esquirlas de una bomba que contra su automóvil lanzó Kubiš. Pero ello fue suficiente. Heydrich fue llevado a un hospital, donde falleció al cabo de unos días, a pesar de los esfuerzos de los médicos por salvarle la vida.
El atentado contra Heydrich representó un gran golpe para los nazis. Reaccionaron desencadenando el terror en el país y todo lo subordinaron a los esfuerzos por detener a los responsables del atentado.
Las aldeas de Lidice y Ležáky fueron arrasadas, sus habitantes fusilados o enviados a campos de concentración. A diario hubo ejecuciones de personas inocentes. Aún así, durante un considerable período de tiempo los nazis no lograban descubrir la pista de los paracaidistas.
Hasta hoy se discute en la República Checa de si el atentado contra Heydrich fue un acto de heroísmo o un acto que sólo trajo la muerte a centenares de personas, destaca el historiador Jan Němeček.
”Fue el fin de la resistencia checa. Después de cierto tiempo los nazis lograron descubrir a los autores del atentado y liquidar la red de sus ayudantes. Esto, en su resultado, significó la liquidación de todas las redes de la resistencia conectadas con ellos. Fue una catástrofe, de la que la resistencia no comunista checa no logró recuperarse hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. Nunca más se logró crear una red informativa como la que había existido antes del atentado contra Heydrich. Por otro lado, el atentado, o mejor dicho los acontecimientos que le siguieron, tuvieron una amplia repercusión en el mundo entero. No sólo los aliados, sino también el continente americano, reaccionaron con rechazo a las ejecuciones masivas de checos,
Checoslovaquia fue restablecida y, después de seis años de ocupación y supremacía nazi, los checos, moravos y también los eslovacos pudieron retomar el destino en sus manos y edificar su nuevo futuro.