La ciudad más antigua de los EE. UU. no es Boston ni Nueva York, ni siquiera Williamsburg o Jamestown. Esa distinción pertenece a San Agustín, de influencia española. Fue aquí, supuestamente, donde Ponce de León buscó la Fuente de la Juventud, y dejó atrás un hermoso asentamiento que hoy conserva una enorme riqueza de arquitectura renacentista española. Asegúrese de visitar el Castillo de San Marcos y el barrio colonial español para una visita de inspiración europea.
San Agustín es el asentamiento europeo más antiguo ocupado hasta la actualidad en los Estados Unidos. Los españoles ya habían explorado con anterioridad la zona, en expediciones que tuvieron lugar entre 1513 y 1563, con el fin de explorar la Florida española, y dirigidas por diversos conquistadores: Juan Ponce de León en 1513, Lucas Vázquez de Ayllón en 1526, Pánfilo de Narváez en 1527 —junto a su alguacil mayor Álvar Núñez Cabeza de Vaca, quienes además tenían por objetivo la búsqueda de la «fuente de la eterna juventud»— y Hernando de Soto en 1539, entre otros, pero todas sin llegar a levantar ninguna fortificación estable.
Mientras tanto, el hugonote francés Jean Ribault, un oficial al mando del almirante Gaspar de Coligny, condujo una expedición a Norteamérica que fundó en mayo de 1562 un establecimiento que llamó Charlesfort —en la actual Carolina del Sur— en Parris Island, pero el despotismo del capitán Albert de la Pierria incitó a los soldados a rebelarse contra su autoridad, siendo finalmente depuesto y asesinado. Posteriormente un incendio destruyó la mayor parte de las casas del pueblo, y fue abandonado entre enero y marzo de 1563, por lo que los sobrevivientes eligieron retornar a Francia en un buque que lograron construir. Si bien la mayoría perecería en alta mar, unos pocos fueron rescatados en la costa inglesa.
Otro hugonote, René Goulaine de Laudonnière, fundó el 22 de junio de 1564 el primer establecimiento europeo en la actual Florida llamado Fort Caroline , actual Jacksonville, lugar que sería repoblado en 1781 por los británicos— en la desembocadura del río San Juan. Como se retrasaba el envío de provisiones desde Francia, la colonia experimentó una escasez de alimentos que provocó el amotinamiento de algunos soldados que se convertirían en piratas, atacando a los buques españoles en el Caribe. Finalmente Ribault regresó de nuevo en agosto del siguiente año y tomó el mando de la colonia francesa de La Floride.
A consecuencia de esos acontecimientos y con el pretexto de las Guerras de Religión francesas, la Corona española dio la orden a Pedro Menéndez de Avilés de desembarcar, con una fuerza hispana aliada a los timucuas, el 2 de septiembre del citado año en el establecimiento de piratas franceses —allí continúan sus tumbas—, renombrando a la fortaleza como «San Mateo». Hasta que fueron atacados por los franceses en 1569.
A los pocos días Menéndez de Avilés fundó el fuerte, y luego ciudad, de «San Agustín de la Florida» el 8 de septiembre de 1565. Poco después, envió un contingente que atacó la colonia hugonota, situada a 65 km, y mató a todos sus habitantes con el argumento de que eran protestantes. De este modo, fracasó el primer intento de convertir a Estados Unidos en un refugio religioso.

La vida de la ciudad de San Agustín no fue pacífica. En 1586 fue atacada por el corsario Francis Drake, al servicio de la Monarquía inglesa. Sus edificios fueron arrasados y quemados, pero sin que ello quebrara la voluntad de España de mantener allí su presencia. En esta ciudad, el 29 de septiembre de 1633 fallecía en el cargo Andrés Rodríguez de Villegas, quien fuera el XIII gobernador de la provincia de La Florida.
Tampoco cejó la Corona española ante el ataque del capitán pirata Robert Searle, que tuvo lugar ochenta y dos años después, o ante los sucesivos asaltos británicos de 1702 y 1740, siempre peligrosos y atroces, pero siempre sin éxito.
El Castillo de San Marcos, cuya actual traza data de 1672, sustituto de anteriores construcciones de madera que allí mismo se levantaron, es un importante ejemplar de la arquitectura militar española en las Américas, con baluartes apuntados hacia el exterior, y no se construyó en piedra, sino en coquina: una mezcla de moluscos y arena, aglutinada por la cal de las conchas, que resultó ser un excelente material, que no se destrozaba ante los proyectiles del enemigo, sino que los absorbía.

La cercanía geográfica de San Agustín respecto de las colonias inglesas de Carolina del Sur propició un fenómeno que no es demasiado conocido: el establecimiento de un verdadero santuario de libertad para los negros que huían de la esclavitud británica.
Ciertamente, en la época, la esclavitud africana era legal en las posesiones españolas pero las condiciones de los esclavos británicos y españoles no eran las mismas.
El régimen de servidumbre español permitía, por ejemplo, que los esclavos tuvieran dinero propio que pudieran usar para comprar su libertad, los autorizaba a llevar a sus señores ante los Tribunales, impedía que se rompieran familias por motivos de venta y constituía, en definitiva, un sistema más benigno que no era desconocido por los esclavos que padecían el muy riguroso ordenamiento británico.
Ya en 1688 se corrió la voz entre los esclavos negros de Carolina del Sur de que San Agustín era un santuario para quienes escapaban. En 1687 había llegado el primer grupo de fugitivos, compuesto por ocho hombres, dos mujeres y un niño. Y el goteo fue a partir de entonces incesante, hasta llegar a cifras cercanas a la centena, como se ha dejado dicho.
De la política hispana de acogida queda testimonio en la real cédula otorgada en 1693 por Carlos II de España que cabalmente expresaba su voluntad de que «dando libertad a todos, tanto a los hombres como a las mujeres, sea ello ejemplo de mi liberalidad y dé lugar a que otros hagan lo mismo».
Aunque ya se venía produciendo un goteo de esclavos fugitivos hacia la plaza española, fue la llegada de no menos de cien de ellos en 1738 lo que dio lugar al establecimiento de una población fortificada a unas millas al norte del castillo de San Marcos: el del fuerte Mosé, convirtiéndose de esta forma en el primer sitio —de lo que hoy son los Estados Unidos— en que los negros pudieron vivir en libertad.
Desdichadamente, en la actualidad no ha habido ningún productor cinematográfico que se haya arriesgado a divulgar este episodio de libertad que es historia común de España y de los Estados Unidos, si bien sí sea conocido y divulgado por los católicos norteamericanos —a título de ejemplo, la página sobre este particular de la diócesis de Denver— y sean de mucho mérito los esfuerzos que han venido haciendo el Old Florida Museum y el Florida Museum of Natural History, este bajo la dirección de la profesora Kathleen Deagan, para indagar y dar a conocer lo que aquello fue, hasta la apertura en 1991, de la exposición itinerante Fort Mose: America’s Black Fortress of Freedom.
Curiosamente, ni los primeros esclavos en América habían sido africanos, ni los primeros africanos en América habían sido esclavos.
Mientras que los primeros esclavos eran amerindios, estaban arribando en las primeras expediciones a las Américas como hombres libres, marineros, soldados y colonos de raza negra, como por ejemplo: Juan de las Canarias, que se había enrolado en la Santa María con Cristóbal Colón; Juan Garrido, que partió desde Sevilla, por su propia voluntad, hacia La Española (Santo Domingo) y participó en las exploraciones de Ponce de León y luego, en las campañas de Cortés con el que combatió en Tenochtitlán; también Estebanico, explorador de Pánfilo de Narváez, quien, tras fracasar la expedición a la Florida de 1528, fue uno de los cuatro, de cuatrocientos, que sobrevivieron al conseguir llegar andando, tras ocho años de caminar, desde la Florida hasta México, para luego morir en combate contra los indios zuni; además de Juan Valiente, que guerreó en Guatemala, en el Perú y en Chile, y como otros de los que no cabe memoria.
San Agustín en la actualidad
La ciudad es una atracción turística por la rica cantidad de edificios de estilo colonial español. En 1938 el parque temático Marineland abrió al sur de San Agustín, convirtiéndose en uno de los primeros parques temáticos de Florida y comenzando el desarrollo de esta industria en las siguientes décadas.
Se rodó la serie para TeleWeek «Buscando mi pasado», estrenada en 2010.
Los habitantes de San Agustín no esconden el orgullo por su pasado español, del que hay vestigios permanentes en el paisaje urbano. Y todavía hoy los nombres de las calles denotan la pasada presencia hispana: las calles de Valencia, de Granada, de Córdoba, de De Soto, de Avilés, de Cádiz, de Zaragoza, de la artillería; y las casas con blasones, el Hospital Militar, la casa de los Mesa, la de los Peso de Burgo, la de los Ximénez-Fatio, la de los Hita, la de los Gallegos, y hasta la catedral, en la que campean los escudos español y norteamericano, hacen eco de lo que la ciudad fue. Y ese eco resuena incluso en la vida local, toda vez que, aunque se trata de una ciudad en la que la lengua inglesa prevalece, se mezclan en el habla local palabras del español colonial y hasta la vida es mucho más a la española que en otras ciudades norteamericanas: calles estrechas, terrazas junto a los bares, parques donde corretean los niños, iglesias y misa de doce.



Rafael Dominguez
Cuando joven nunca pensé en alejarme de mi tierra, mi gente...mis costumbres. La historia que todos conocemos me llevo a hacerlo, y de difícil manera. Desde entonces, siempre estuvo Dios a mi lado, pero como a muchos nos sucede, no supe reconocerlo. Cometí errores, que después mucho me pesaron, pero la vida me enseñó que todo es posible cuando tenemos Fe. Aprendí a ser mejor hombre, cuando conocí el amor y la misericordia del Dios de la vida. Hoy vivo en esperanza, aprecio mucho más los regalos que la vida me ofrece. Hago valer más mis días porque ya van quedando menos. Disfruto la música y la lectura...Escribo lo que brota del corazón, pues es mi verdad. Gusto de un buen vino y mejor mesa...espero encontrar quien me acompañe por el resto del camino, donde seremos tres.